Es
así nuestra vida. Alguien nos da un
libro en blanco por escribir y una pluma
para hacerlo. Cada página de ese libro se va escribiendo con nuestro devenir. Y
vamos llenando con sentimientos, tinta y palabras las hojas de papel.
Los
nuestros contienen las mismas páginas, redactadas cada día con trazo firme y
exquisita caligrafía. Tienen el mismo contenido, porque somos dos pero somos
uno. Muchas en blanco todavía. Y otras ya
escritas pues recogen lo acontecido. Reflejan lo ya vivido.
Somos
un verso incompleto, que está sin terminar. Haremos nuestro el poema. No fue un descuido, tampoco un olvido, es la
forma de crear, para dar sentido al significado de amar.
Nada
es fácil en los sentimientos. Las dudas corroen. La ilusión no basta. Y surge
el miedo. Miedo al dolor sentido y producido. Miedo a volver a equivocarse. Y a
la par surge el deseo de querer, y saber,
que es lo mejor que se puede tener. Y todo pasa a un segundo plano. Todo deja
de ser importante como se creía. Y la
magia surte su efecto. Y las cosas
cotidianas dejan de serlo.
Todo
es imperfecto. La vida, los sentimientos, el amor, nuestros actos, nosotros.
Todo lo es. Pero hay pocas cosas tan atractivas como la imperfección, asumida
como valor y motivo de búsqueda de lo contrario a ella, aún a sabiendas de
emprender una batalla perdida.
Somos
imperfectos. Tu y yo. Y ahí radica nuestro reto. Es la lucha diaria para
mantener viva la llama que nos une. Es no darse nunca por vencido a pesar de
las dificultades del camino emprendido. Es saber que un triunfo cada día
representa estar más cerca de conseguir la felicidad soñada. Es vivir con el
objetivo de no dejar morir lo que nos da la vida. Es quererte a sabiendas de que no habrá primaveras eternas,
pero si la convicción de sortear cada piedra en el camino. Es comprender a
quien te ama y amar a quien te comprende.
Es
al fin, buscar la perfección de lo
imperfecto.
Clochard