A veces la sensación de hipoxia es demasiado real. Todo se
ralentiza. Pero no lo es. Solo es mi
mente procesando tu ausencia. Buscando la forma de llenar esos vacíos. Y de
forma inconsciente comienza a proyectar instantáneas de momentos vividos y
almacenados en el álbum. Y de vez en cuando, entre diapositiva y diapositiva,
inserta unos minutos de película en color.
Capto el aroma de tu perfume. Siento la caricia de las yemas de tus dedos. Puedo escuchar tu
risa y tu llanto. Veo como tu cintura se cimbrea como un junco mientras bailas
para mi, en un intento más, de que yo te acompañe. Y esta vez lo consigues.
El río se ha llevado el que iba a ser nuestro sendero y nuestros
pies se hunden entre hierba y piedras. Buscare otro camino que no este
contaminado de destrucción.
Y a pesar de eso, fue especial,
como todo lo que hacemos juntos.
Click. Nueva instantánea. Esta vez, tus ojos me devuelven
una mirada dulce como la miel. La que veo cuando nos comunicamos sin palabras. Pómulos arrebolados. Sonrisa serena y una
profunda sensación de paz. La que transmiten tus pupilas al entrar dentro de mi.
Llegas a lo más profundo de mi. A lo más oscuro. A lugares
que nunca nadie tuvo interés en conocer. Y dejas tu huella de luz. Se posa con
infinita suavidad para no alterar lo establecido. Y así, cuando miro en mi
interior, donde antes habitaba la pausada agonía del laissez passer encuentro
una guía en este devenir sin sentido que es la vida
Tus labios vocalizan un mudo te quiero, que reafirma lo que
expresan tus ojos. Y yo te lo devuelvo
en dos palabras que solo yo escucho. Y lo repito una y otra vez, como un mantra
que pudiera conseguir que te tansmutes.
El paisaje no ha cambiado. Los mismos árboles. Los mismos
campos. Incluso creo ver la misma gente que ayer, en los pueblos atravesados. Y
la música ha vuelto a poner en marcha el mecanismo.
Los click se suceden hasta que selecciono una película. No
resisto la tentación y hago una
partición en mi cerebro para no estrellarme y, a la vez poder visualizarla.
Todo transcurre en cámara lenta. Mi mano se entrelaza a la
tuya mientras caminamos. Reímos y provocamos que nuestros cuerpos se rocen. De
manera casual pero provocada. Ambos sentimos la necesidad de ese roce. Y
buscamos la felicidad en un paseo, o en
tu abrazo espontáneo o en un beso sin aviso cuando uno de los dos ya no
resiste la tentación. Y la encontramos.
Ambos deseamos lo mismo. La urgencia contenida dilata el
momento pero los dos cuerpos se funden en uno
solo.
Tus pupilas, esta vez, me miran con mas intensidad. Y
vuelves a entrar en mi.
“Siempre dices que ha sido especial” me recuerdas. Y es
cierto, siempre lo es.
La tarde es clara. Haces de luz se filtran por los
resquicios de la ventana.
“Todavía nos queda una hora” anuncias con la alegría de una
niña.
“Es cierto” respondo con tristeza disimulada.
Y te veo marchar con mirada triste y paso lento.
Y se que te estas rompiendo por dentro
Y vuelvo a sentir como me voy rompiendo por dentro
Y repito “Te amo” aunque tu ya no puedas escucharme
Clochard