Capítulo I
Fue una mañana de octubre.
Entré con miedo, los nervios me traicionaban una vez mas. Y te vi sentada, sola
y con el móvil. Llegaba tarde. No tienes por que estar nervioso, pensé, pero
era imposible dominar lo que mi cuerpo hacía.
Te pregunté y me senté a tu
lado. Ibas elegante y yo con pantalones rotos. Dioss que vergüenza pensé. Mas
tarde descubriría que la elegancia es algo innato en ti. Tu también me
pareciste nerviosa, pero dudaba si no era tu arrolladora personalidad la que me
confundía. Pedí un te y me volví a sentar a tu lado iniciando la que sería
nuestra primera conversación. Absolutamente intrascendente y profesional.
Poco a poco llegó el resto
de personas y vi que eras tu la que llevaba la voz cantante.
Presentaciones y continuación de la
conversación, esta vez entrando mas en materia. Me mirabas fijamente a los ojos
mientras hablaba y yo a ti, aunque intentaba distribuir las miradas de una
forma que no “cantase”, pero era casi imposible. Después de un tiempo, que se
me hizo muy corto, cada uno de los asistentes volvimos a nuestra vida después
de haber intercambiado teléfonos, aunque yo ya los tenía, y quedando en
preparar la siguiente reunión. Me impresionaste gratamente. Muy gratamente.
Ese fue el principio de
una historia de amor, en la que ninguno de los dos imaginamos lo que iba a
ocurrir.
No comprendía como podias estar tanto tiempo en el whatsapp
hablando conmigo. La curiosidad y algo más que los dos nos negábamos, nos
mantenía enganchados a la red. Queríamos saber.
Despues fueron los correos,
canciones, relatos y la curiosidad iba creciendo exponencialmente por parte de
os dos.
Estoy perdiendo la cabeza,
pensaba.
Una comida de trabajo, un
restaurante de carretera y un cambio de posición en la mesa nos acercaron hacia
un punto sin retorno. Los dos tuvimos la sensación de lo que estaba en el
ambiente, pero ninguno quisimos avanzar entonces. Los besos de despedida cada
vez aproximaban más nuestros labios en un gesto que quería ser inocente pero
que a nadie engañaba. Y a nosotros menos.
Chipre supuso un avance
significativo. Tus piernas se colaron entre las mías bajo la mesa, ya que las
manos no podían hacerlo. Era como un juego de niños con las mejillas arreboladas
por hacer algo prohibido. En esa despedida, nuestros labios se rozaron buscando
el contacto. Y saltaron chispas entre nuestros ojos. Chispas con mensajes
encriptados pero que los dos sabíamos descifrar.
Se que entonces ya te
amaba.
Días mas tarde programamos
nueva reunión. ¿Te parece bien que comamos en mi casa? Te propuse. Y aceptaste.
Y una alegría desconocida me invadió.
Pensé ¿Y que hago para no
quedar como un patán? En mi escaso saber culinario busqué cocinar platos con un
mínimo de garantías de no fastidiarla. Preparé la mesa, las velas, un vino
decente y emulando a Cesar me dije “Alea jacta es”. Llegaste nerviosa como yo.
Te enseñe mi casa. La conversación era fluida y nerviosa mientras yo terminaba
de preparar la comida. Y tu, agradecida
como pocas personas, ensalzaste los
platos haciendo que yo respirase un poco más tranquilo. Y llegó el postre, y al
servirlo me acerqué a ti. Te levantaste y nuestros labios se buscaron en un
arrebato de deseo. Fue como besar al mar. Tu lengua jugaba con la mía y nuestras
manos acariciaban por encima de la ropa……
Tu regreso fue amenizado
con un sinfín de preguntas que no tenían respuesta todavía. Pero ya sabías que
lo que fue, no era lo que pareció. Y te inquietaba. Y te desestabilizaba.
Fue el principio del
“todo”, el comienzo de nuestra historia que, contra viento, marea y actores no
invitados, nos ha ido llevando a surcar
mares, luchando contra los elementos. “Que no contaminen nuestro mundo”
dijimos muchas veces, a sabiendas de que era imposible.
Y lo que pensamos no fue.
Y lo que es, se nos queda corto. Y queremos más cada día. Porque nunca sacia lo
que es único y raro. Nunca sacia el amor cuando es auténtico.
Continuará…..
Clochard